Una
“larpeirada” (exquisitez) de ayer y de hoy
Llevaba
años pasando por alto las mantecadas de Astorga y otros dulces,
tantos como los que hace que no visito esa interesante ciudad y me
dejaba caer por sus confiterías para adquirirlas, y tantos como los
que hace que murió mi madre (2008) y que no compró nada típico de
las Fiestas de Navidad ya que esos días los paso invitada en casas
de familiares, y adquirir "larpeiradas" por añadidura,
teniéndolas asequibles en casa, supondría ya un exceso de dulce y
una tentación poco saludable, así que me limito a lo que, a
discreción, tomo fuera, algún turrón clásico y algún que
otro dulce novedoso, ¡es suficiente!
Pero, la tentación me ha salido al paso, en forma de recuerdo de mi
infancia, ¡sutil pretexto! Días
pasados, haciendo la habitual compra en el supermercado de alimentos,
vi una caja de mantecadas, sola, única, como resto de un agotado
surtido navideño, y la compré por nostalgia de un pasado infantil!
Recordé
las Navidades de mi infancia en las que siempre había, además
de los turrones y mazapanes, frutos secos y las tradicionales y populares mantecadas de
Astorga, que no faltaban nunca. En aquellos tiempos de posguerra, los turrones y mazapanes, eran lo más ansiado y valorado por todos pues no se tomaban nunca ni
antes ni después de las fechas señaladas, y eran lo primero en
desaparecer de las fuentes principales, adornadas con guirnaldas
plateadas y doradas, que ocupaban el centro de la mesa, le seguían los frutos secos: higos, ciruelas, dátiles, pasas, nueces y avellanas y las mantecadas de Astorga, que recuerdo venían en una típica caja de madera. Las modestas y sencillas mantecadas eran lo último en "desaparecer", no sé si porque se adquirían en mayor cantidad o porque le dábamos menos importancia, el caso es que, finalmente, constituían el deleite de varios desayunos y meriendas del mes de
enero.
Las que tomé estos días estaban deliciosas, frescas, auténticas, con
sabor a ingredientes naturales de calidad. ¡Como las de mi infancia,
como las de toda la vida! Ante tal olvidada y recuperada
exquisitez, no solo caí en la tentación sino que repetí la compra.
Me desplacé por los supermercados de la cadena en busca de restos de
mantecadas de la misma firma ("La Mallorquina") y me compré otras cuatro cajas que quedaban en uno de ellos, pero las guardé a buen recaudo para espaciar su consumo y no
darme un atracón.
He
vuelto. como no, a saborear las mantecadas en
los desayunos y meriendas de este mes de enero, ¡como cuando era niña! Y no lo contéis a nadie, pero como antaño, rebané con el canto de una cucharilla la parte de la mantecada que queda adherida al papel. Para qué engañarme, aunque ahora peino canas, sigo siendo tan "larpeira" como entonces.
Las
modestas y asequibles mantecadas de Astorga siguen siendo una
EXQUISITEZ, una asequible "larpeirada" que no voy a volver a descuidar en las fiestas de la próxima Navidad, o
en cualquier otra ocasión que se tercie, ¡son tan ricas!
* * *
Sobre las palabras gallegas "larpeirada"(sustantivo) y "larpeira/o" (adjetivo)