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Plaza de María Pita. Coruña

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29 de junio de 2013

Jardines...


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En el jardín.
Complacencia visual,
paz interior.
                                                           (Haiku. Chela)

























Color, verdor,
sombras, luz tamizada,
rumor del agua...

                                                                   (Haiku.  Chela)




















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Es un tiempo propicio para eso, para disfrutar del entorno, para buscar cada cual la luz y el color de su jardín preferido.





17 de junio de 2013

Jazz en Coruña. Quinito Mourelle, un regalo musical.



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Quinito Mourelle, artista polifacético.


Tuve la suerte de encontrarme con Quinito López Mourelle, a principios de la pasada semana, y de que me invitase al concierto que tenía  proyectado dar en el auditorio  del Museo de Arte Contemporáneo, en Coruña, para presentar  su último disco titulado  "Paradero Desconocido".

Conocí a Quinito Mourelle (nombre artístico y por el que es más conocido) hace  tres años, al asistir a un taller que, sobre música de jazz, dirigió e  impartió en un centro cultural de la ciudad. Sus exposiciones me permitieron conocer y discernir sobre los elementos básicos  y las cualidades esenciales de la música, lo que favoreció mi capacidad para disfrutar mejor de la audición musical. El taller me sirvió también para conocer, a través del material y audiciones seleccionadas y presentadas por Quinito, diferentes autores y estilos de jazz contemporáneo, ofreciéndome nuevas perspectivas de esta modalidad musical que me gustaron más de lo que podía prever.

Quinito Mourelle, es un hombre joven afable, asequible, sencillo, y aunque muy discreto, creo que su talento artístico le esta proporcionando una fama que el está lejos de buscar en si misma, de no ser por su interés en compartir con amigos y desconocidos la música que tanto  siente y ama.  Ha editado tres discos: "Pimienta negra", "Pavasaris" y "Paradero desconocido". Y no solo es pianista e intérprete sino que también compone música y crea las letras. Hasta ahora, personalmente  solo le conocía como crítico de jazz. Una faceta que compagina con la música es la de escritor. Tiene en su haber, cuatro novelas: "Confines","Pimienta negra" (homónima con el título de su primer disco), "Sin Ana Beatriz" y "Orquestra Voland, Oito pezas europeas", esta publicada junto con el disco compuesto por Roberto Somoza y que se presentó en directo en el Teatro Rosalía de Coruña. Sobre sus novelas, publicadas todas por Editorial Ézaro,  no  puedo opinar porque confieso no haberlas leído todavía, pero que leeré este verano. Debo darme prisa en leerlas porque esta ya preparando la quinta.


Jazz  en Coruña, Quinito en "Paradero Desconocido".  

No, no, Quinito no está en "paradero desconocido", se trata del título de su último disco y base de su concierto en el auditorio del M.A.C. ayer, domingo día 16 a los 12,30, hora estupenda para acudir a un evento, en una mañana que amaneció mas primaveral que veraniega.

Hasta ayer no había tenido ocasión de escuchar a Quinito Mourelle en directo porque  no frecuento  los ambientes de "las movidas" locales. ¡Lo que me estaba perdiendo! En adelante, trataré de no faltar a ninguno de sus conciertos. ¿Por qué? Porque, para mi, las composiciones  de Quinito Mourelle han resultado ser un auténtico y feliz descubrimiento musical. 

Las notas que sus manos teclean  en el piano son capaces de generar un sin fin de sensaciones y  emociones agradables, que cristalizan en un estado de felicidad y bienestar: serenidad, equilibrio, intimismo..., todo envuelto en  bellas melodías y en ese ritmo inconfundible de un jazz elegante, distendido, suave, que te hace cerrar los ojos y encontrarte contigo mismo, en paz. 

Lo que me asombra es encontrar, a nivel local,  un  artista de la talla de Quinito Mourelle, que no es profesional de la música (su profesión, de la que tiene el doctorado, es la de periodista) .pero que si es capaz de cautivar con sus obras e interpretación a la audiencia, como si estuviésemos escuchando a una figura internacional y consagrada. Solemos hacer colas para obtener entradas cuando viene un artísta famoso y promocionado por los medios, aunque no lo conozcamos, y en cambio desconocemos o no nos interesamos por verdaderos artistas que viven entre nosotros, codo con codo. Esta bien que las entidades locales se interesen por promocionar y difundir las obras de nuestros artistas, en este caso es de agradecer al Museo de Arte Contemporáneo la cesión del espacio adecuado. El concierto de ayer fue redondo, perfecta la sala y el ambiente, perfecto el público, heterogéneo pero escuchando con igual interés y la misma devoción, casi religiosa, a la vez que vibrando al unísono con sus aplausos.

Otra sorpresa para mi, fue la incorporación en el concierto (al igual que en el disco) del saxofonista Roberto Somoza, músico profesional, compositor y arreglista, fundador de la Orquesta de Jazz Galicia y profesor de saxofón, especialidad de jazz, en el Conservatorio Superior de Música de Coruña. Se percibe una buena sintonía y sincronización musical entre ambos artistas.

Dos de las obras del concierto, que figuran también en el disco, "Esquilo" y "La una y tú", fueron acompañadas por Lucia Souto que cantó las letras escritas por Quinito Mourelle para esas piezas, revelando una expresiva y sensual voz, a la par que dulce, perfectamente integrada con la melodía.

Como ya dije, UN CONCIERTO PERFECTO, UN REGALO MUSICAL.

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Con el permiso de Quinito Mourelle, os incluyo dos muestras de este estilo de jazz, tan personal e intimista,  subidas en "Goear".

"Marquide" está incluida en el álbum "Paradero Desconocido"




"Maladie Blanche", pertenece a un álbum anterior "Pavasaris". Es también una composición de Quinito Mourelle, y forma cuarteto con Roberto Somoza (saxo), Quique Alvarado (contrabajo) y Miguel Cabana (batería).






               



Espero que os haya gustado porque es un jazz muy personal e intimista.


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9 de junio de 2013

San Sebastián. El "Peine del Viento". Playa de La Concha...


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 "Peine del Viento". Obras del escultor Eduardo Chillida, en Donostia (San Sebastián).






















El viaje

Con un grupo de jubilados de Coruña, socios de UDP (Unión Democrática de Pensionistas), y a principios del pasado mes de mayo,  hice un viaje desde la ciudad herculina hasta Bilbao, después de una parada en Gijón para dar un paseo por la ciudad y comer una estupenda fabada, acompañada de excelente sidra. 
 
Mi motivación para hacer un corto viaje al País Vasco era repasar algunos de los lugares que conocí durante la etapa de mi trabajo en Vitoria (1968--1973), época en la que recorrí  ciudades y pueblos de las tres provincias vascas, aprovechando las posibilidades que me proporcionaba mi utilitario "600" para visitar y conocer sus bellos paisajes y costumbres.

Sobre todo tenía ganas de ver las innovaciones y positiva transformación de la ciudad de Bilbao y conocer su Museo Guggenheim,  así como visitar en Guipuzcoa las obras del escultor Chillida,   pasear por la entrañable para mi ciudad de Vitoria... 

San Sebastián. El "Peine del Viento"

Ubicados en Bilbao, aprovechamos un día para desplazarnos  hasta San Sebastián. Al llegar a la ciudad donostiarra, y sin desanimarnos por la mañana húmeda y con niebla que nos acompañaba, hicimos la primera visita, siguiendo la Playa de Ondarreta hacia la Punta Torrepea, caminando por el Paseo de Eduardo Chillida, hasta alcanzar el enclave en que se sitúan las famosas obras de este magnifico escultor, tituladas "Peine del Viento", realizadas en acero corten, material que permite solventar con ventaja los problemas de corrosión implícitos en un lugar donde el mar y el viento producen una erosión constante. Las esculturas, realizadas en la forja de Patricio Echevarria, en Legazpia, pesan cada una aproximadamente tres toneladas y miden  dos metros de altura.

Para que las obras de Chillida pudieran instalarse  en las rocas, de esta batida zona de la costa donostiarra, fueron  importantes los trabajos de anclaje de las esculturas  realizados por el ingeniero José María Elosegui, al igual que también hay que destacar la colaboración del arquitecto Luis Peña Ganchegui, que diseñó la explanada desde la que se contemplan las esculturas, hecha en granito rosa de Porriño (Galicia), cuyo color armoniza perfectamente con el de las rocas del enclave. La superficie esta provista de unos orificios o bocas que en los días de mar alto y muy batido, actúan a modo de fumarolas, permitiendo que asciendan por ellos chorros del agua salina,  que el viento se encarga de disipar cubriendo, a modo de salitrosa y cristalina niebla, el "Peine del Viento", que  adquiriere  así un especial halo de misteriosa belleza.

Lástima que durante mi visita la marea estaba baja. Me hubiera encantado ver las esculturas "peinando" , entre sus férreas curvas rojizas, la blanca y sutil espuma producida por un batiente oleaje y dispersada  por el viento. 

Sentí también, para completar la visión del "Peine del Viento", no poder visitar, por estar actualmente cerrado al público,  el Museo "Chillida Leku" (Lugar de Chillida), en Hernani, donde sus obras están instaladas entre jardines y bosques, rodeando el caserío Zabalaga, conjunto dispuesto por el propio escultor para  conservar el legado de su obra.

Las obras de Chillida expresan perfectamente, a mi modo de ver,  lo que entiendo por  carácter vasco. Sencillez en la forma y en las maneras,  fuerza y temple en la condición  y materia. Identificación con la tradición y la naturaleza. Orgullo de pertenencia al propio pueblo. Respeto y amor por sus raíces. 

El tiempo que viví  entre los vascos, y siguiendo su ejemplo,  aprendí yo también a amar a mi tierra. Quizás también por tener ascendientes vascos, abuela paterna,  siento algo especial por ese pueblo y esa tierra, que  más que admiración, es sentimiento,  emoción honda e íntima.


San Sebastián, por la mañana, temprano.


Isla de Santa Clara y Monte Urgull desde la Playa de Ondarreta.



Aprovechando que estábamos en la zona de la Playa de Ondarreta, nos dirigimos al mirador de los jardines del  Palacio Real de Miramar,  hoy hermoso y cuidado parque  municipal, para contemplar las vistas de la Ciudad de Donosti, y toda vez que la amenaza de lluvia nos hizo desistir de subir al Monte Igueldo, ya visitado en otras ocasiones,  y desde donde la panorámica es ciertamente excelente.
 Playa de La Concha desde los jardines del Palacio Real de Miramar.
 

Antes de pasear por la Playa de La Concha, y esperando que despejara la niebla al avanzar el día,  nos decidimos a visitar la Parte Vieja de la ciudad, a partir del lugar en que se encuentra el moderno edificio del  Kursaal, a donde nos trasladó y dejó el  autobús. 



Echamos un vistazo a la Playa de Zurriola, y desde allí hice unas fotos, aunque con mala visibilidad,  del Monte Ulia, y del Monte Urgull, que desciende hasta el Paseo de Salamanca, en la desembocadura del río Urumea. Atravesamos luego el transitado  Puente de Zurriola o del Kursaal, y con el Ayuntamiento de fondo, como orientación, nos dirigimos por el Boulevard, hacia las zonas de más encanto y tradición  donostiarra.




                       Playa de Zurriola                            




                     El mar, en la desembocadura del Río Urumea                         


                             















Mercado de la Bretxa


Teatro Victoria Eugenia                                                   


Pasamos por el Teatro Victoria Eugenia y echamos un vistazo al colorista y bien abastecido Mercado de La Bretxa. En la Alameda del Boulevard, fotografío el  quiosco de la música, preciosa joya del modernismo, hecho en hierro forjado y cristales de bellos colores, y encargado en 1906 al famoso artista y arquitecto aragonés Ricardo Magdalena Tabuenca (y no, como erróneamente  creen algunos,  a Gustave Eiffel). Próximos al  Ayuntamiento, tomamos la Calle Mayor  para visitar la Plaza de la Constitución y la Basílica de Santa María, en la que  entramos para  ver  a la Virgen del Coro, patrona de la ciudad.


Quiosco de la Música, en la Alameda del Bulevar

Después de la visita  a la Basílica, tuvimos un tiempo libre hasta la hora de comer. Me dí prisa antes de que cerrara, para visitar la singular iglesia de San Vicente, en la que se conjugan diversos estilos,  y que guarda vestigios de sus antiguas funciones defensivas.

Museo de San Telmo. 

Muy próximo a la iglesia de San Vicente, se encuentra este interesante museo, ubicado en lo que fue antigua fundación monacal dominica, hoy  propiedad municipal, y que en su día se erigió  gracias a sus fundadores  Alonso de Iidiáquez y Yurramendi, secretario del emperador Carlos V, y su esposa  Gracia de Olazábal.





En este Museo, del que no tenía referencias previas,  me llevé algunas sorpresas, como la de su luminoso claustro, la rica colección de lápidas funerarias, y las interesantes pinturas murales  de su capilla mayor, obra del pintor José María Sert, que las empezó en 1928. 





Las pinturas  creo que me impactaron por el ambiente del momento en que las vi, con la capilla  a oscuras, un andamio en el centro (por motivo de unas reformas que se están llevando a cabo) y unos focos que iluminaban solamente  los extraordinarios frescos, en los que predominan, casi en exclusiva, colores ocres, marrones y dorados. Todo estaba en  silencio, con la única presencia de un técnico, subido al andamio, y una pareja que compartió conmigo asiento en un banco. Se escuchaba música religiosa de fondo. Me produjo una sensación especial aquella visión inesperada de belleza, ¡hay momentos mágicos!.

Como no me salieron bien las tres fotos que hice de las pinturas de la capilla, incluyo  una, tomada en Internet, con motivo de un concierto de jazz, celebrado allí, en el que actuó el conjunto noruego Jan-Bang.

Capilla Mayor de San Telmo. Concierto de la Jan Bang. 2011
Foto de Lolo Vasco /Jazzaldía. Publicada en "El Diario Vasco".
                                                                                                                                       
 Museo de San Telmo en el momento de mi visita

 












El claustro










De los placeres del espíritu a los del paladar.

Estar en San Sebastian y no tomar  "pintxos" sería imperdonable. Desde el Museo de San Telmo deshice el camino hacia la Basílica de Santa María, porque me había fijado antes en los muchos bares y restaurantes del entorno. Parándome ante una de las casas más antiguas de la ciudad para hacer unas fotos, fui a dar, por olfato, en el "Gandarias" (al parecer uno de los famosos de la zona). La hora del aperitivo aún no estaba en su apogeo, el ambiente era tranquilo y agradable, me instalé en la barra  y tomé un tinto con un par de pinchos calientes,  ¡buenísimos! 


Después me dirigí por la calle del Puerto en dirección al mar, observando que estaba empezando a animarse el ambiente de chateo, tanto en esta calle como en las transversales.













Vistas desde el puerto

Pasé por delante del  Ayuntamiento y de los Jardines de Alderdi Eder, lleno de árboles tamarices (muchas personas creen que se trata de tamarindos pero no es así, el tamariz es muy diferente), cuyas ramas todavía se encontraban desprovistas de hojas. Dejé la vista de los jardines y del mar para ir hacia la Calle Loiola y llegar a las dos delante de la  gótica Catedral del Buen Pastor (cuya torre me recuerda la de la catedral de Oviedo) para reunirme allí con el grupo del viaje e ir todos juntos a comer.





Ayuntamiento y Jardines de Alderdi Eder


 






Por la tarde. Paseo por la Playa de La Concha

Casa Real de Baños

Después de comer tuvimos tiempo libre  hasta la hora de regresar a Bilbao. Por suerte se había disipado la niebla y lucia el sol, que, aunque no radiante, era suficiente para disfrutar de una agradable temperatura  dar un paseo recibiendo la brisa del mar, además de poder tomar un café en una de las hermosas terrazas que se asoman a esta bella bahía.

Sola, me encaminé en primer lugar hacia la zona donde se emplaza la sede del Club Eguzqui y que fue antigua Casa Real de Baños, construida en 1911 para sustituir a la anterior hecha en madera, y luego el precioso conjunto llamado La Perla, que data de 1912, anteriormente también de madera y dedicado entonces a Casa de Baños o Balneario, uno de los más hermosos del mundo, y convertido hoy en moderno talaso, formando conjunto con un restaurante y cafeterías con terraza.






Cafeterías y terrazas del edificio La Perla en el Paseo de La Concha


Una vez que hube tomado un rico café, me entretuve observando el paisaje y a las personas que  disfrutaban del mar o a las que, como yo, se limitaban a pasear a lo largo de la tradicional barandilla de hierro forjado, tantas veces fotografiada por su belleza y elegancia.

























































San Sebastián. Una ciudad cómoda para usar bicicleta.







Hermosos puentes sobre el río Urumea.















Al fondo, Puente de María Critina







 Puente de Santa Catalina




Puente de Zurriola o del Kursaal

Un pequeño descanso  antes del regreso.

Como el autobús iba a recogernos en la zona del Kursaal, en el mismo lugar que nos había dejado a la mañana, decidí, antes de cruzar el puente, ir al elegante hotel María Cristina a tomar una consumición para conocerlo. Allí me encontré con un pequeño grupo de la excursión disfrutando de amable tertulia.


  

El  Puente de Zurriola y el mar, como despedida.




San Sebatián, Donostia, Easo, aguarda  al viajero, siempre acogedora.

El verano esta a punto de comenzar (eso esperamos todos) y la Ciudad, que se inundará  de luz y de color, conseguirá que sus visitantes disfruten con su elegante belleza y  excepcional ambiente.


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Sugerencias  en mi blog.

Puente colgante de Portugalete. Vizcaya
http://www.jubiladajubilosa.com/2013/07/puente-de-vizcaya-puente-de-portugalete.html

"La araña". Museo Guggenheim. Bilbao.
http://www.jubiladajubilosa.com/2013/05/la-arana-obra-de-louise-bourgeois.html